A la derecha del cementerio, vallado con barras de hierro
oxidado, se extiende un camino que baja y luego se bifurca a derecha e
izquierda. Hacia un lado, una fila de laboriosas hormigas me barran el paso y
hacia el otro.., después de quince minutos caminado, no hay salida. Al final
una gran puerta con un prohibido pasar y un aviso de peligro por riadas. Vuelvo
al cementerio, estoy atrapado en esta inmensa libertad. Como dijo Corcobado “la
libertad es la cárcel mas grande de todas las cárceles”.